El período más intenso de caza de brujas se sitúa, en cualquier caso, en la segunda mitad del siglo XVI y se prolongó hasta 1660. Sin duda, no es casualidad que esta fase se corresponda, en parte, con la llamada «pequeña era glacial»: un empeoramiento climático que trajo malas cosechas y carestías; fenómeno que parece haber afectado a varias áreas de Europa en diferentes momentos entre 1580 y 1630, al que siguió la trágica oleada de peste de 1630. La posterior mejoría económica se correspondió igualmente con una disminución generalizada de los procesos, aunque en algunas zonas fue a finales del siglo XVII cuando se produjeron los peores casos de caza de brujas.
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